domingo, 8 de julio de 2018

El mejor bebé del mundo - Capítulo 3

Capítulo 3. Ser pequeño


A Nico por ser un bebé muy tierno y un gran amigo.

Esa noche tuve un sueño en el cual me encontraba en la biblioteca de mi escuela, trataba de estudiar para un examen de geografía, me aprendía las capitales del mundo y la localización de diferentes lugares, pero de pronto tenía que hacer el examen rápidamente, además de unas ganas terribles de ir al baño, motivo por el cual no podía concentrarme en el dichoso examen, había olvidado las respuestas y, la peor parte es que termine mojando los pantalones en medio de la clase y todos se reían de mí, la profesora Harriet me miraba con ojos de no lo puedo creer muchacho, me tomaba del brazo y me sacaba del aula.
    Después de esa terrible pesadilla, desperté abruptamente, los rayos del sol ya se filtraban por las cortinas de la habitación, mire a mi alrededor y me quedé un momento en shock, entonces recordé todo aquello del castigo, me avergoncé de la forma en la que estaba vestido, mis mejillas se pusieron rojas como tomates, para colmo descubrí que había tenido un accidente mientras dormía, los pañales de tela que mi padre me había puesto estaban empapados, la sensación de humedad era pegajosa, podía sentir como el pañal hacía contacto con mi entrepierna, era una sensación rara pero placentera, acababa de descubrir que los pañales de tela eran mucho más suaves y la sensación de estar mojado era mucho mejor.
    En ese momento mi padre entro a la habitación, me hice el dormido e intente tranquilizarme, mi padre abrió las cortinas y después dijo -¿Cómo amaneció mi pequeño dinosaurio?- como si yo tuviera cinco o menos. Me destapó y comenzó a hacerme cosquillas en la barriga, entonces solté la risa –Para, para, por favor, humfff-. Papá termino las cosquillas, entonces desabrochó el enterito y reviso mis pañales, hizo una mueca y se dirigió a mí –Uy parece que nuestro dinosaurio ha tenido un escape durante la noche, qué bueno que lo hemos puesto de vuelta en pañales- sus palabras retumbaron en mis oídos, me puse colorado como no tienen idea.
    La peor parte no fue que llamara dinosaurio o que hiciera referencia a mi accidente nocturno, la peor parte fue cuando me cargó en los brazos como si fuera un pequeño peluche que se puede llevar a cualquier parte, la fuerza de papá no era sobrehumana, mi padre siempre había sido bastante atlético y preocupado por su forma, sin embargo, el hecho de que me cargara de esa forma y a voluntad, me hacía perder la razón, estaba castigado y pasaba por el peor castigo que se me haya impuesto en mi vida, no podía soportar los mimos, ni los tratos de nene preso en su corralito, aunque en el fondo había una vocecita que me decía que mis palabras no eran de todo ciertas, así mi padre me tomó en sus brazos y me llevó al cambiador donde todo estaba perfectamente organizado para un cambió, me quito el calzón de goma con dibujitos, después desabrochó los alfileres del pañal de tela y metódicamente procedió a limpiarme con las toallitas húmedas, me moví un poco por la humedad de las toallitas, mi padre sonrió y pareció percatarse de mi incomodidad, motivo por el cual procedió a cambiarme rápidamente, esta vez con pañales desechables que tenían dibujos de carritos.
    Este pequeño detalle me hizo recordar lo mucho que me gustaban los carros Hot Wheel y Matchbox los conservé hasta llegar a la secundaria y después los puse en una caja en el sótano, con el tiempo supe que mi madre los había donado a un orfanato, en aquel momento no me enojo el hecho, pero ahora extrañaba mis carritos y jugar sin tener noción del tiempo, construir pequeñas carreteras entre la tierra, organizar estacionamientos con pequeñas piedritas y levantar lujosas construcciones apenas con unas hojas y la imaginación, es verdad que tenía las pistas más nuevas y no había necesidad de que me dedicara a destruir el jardín de mamá, siempre lo tuve todo gracias a mis padres, pero la sensación de sentir la tierra en las manos y construir tus propias ciudades es única, aunque terminará recibiendo un par de nalgadas por estropear el jardín.
Mi padre terminó el cambió rápidamente, se aseguro de utilizar el talco suficiente y abrochar las cintas adhesivas en el lugar correcto, después me vistió con un shortall y una camiseta de Mickey Mouse, con esa ropa el pañal era más que obvio y me daba pena, sentía esa ligera sensación de estar sonrojado en la cara, entonces la voz de papá me sacó de ese pequeño trance -¿Estás listo, campeón?- a lo cual asentí con la cabeza, entonces me dijo -Pues en marcha, qué mamá nos espera con unos deliciosos pancakes- entonces me cargó y me llevó a la cocina.
En la cocina había una enorme silla alta cuando la vi me horroricé y comencé a patalear -No quiero, no quiero- grité apenas como un nene haciendo berrinche, entonces papá y mamá me echaron una mirada fulminante ante mi berrinche y apesar de mis sollozos terminé en la silla alta y con los cinturones bien abrochados, después de eso mamá me coloco un babero que decía “I’m the best baby” yo trataba de distraerme y mirar a todos lados, pero cuando la comida llegó a la bandeja de mi silla alta mi semblante cambió, había unos perfectos hotcakes adornados con fruta que simulaban un león y francamente se veía delicioso, no me importaba mucho el adorno tan infantil de mi comida, pero cuando mamá colocó un biberón con leche en mi bandeja fruncí el ceño de nuevo.
Al ver mi reacción papá se acercó y comienzo a decir cosas como -el nene no quiere su leche, andale campeón es para que crezcas sano y fuerte- y yo movía mi cabeza a los lados, hasta que finalmente cedí, primero papá sostenía el biberón y yo daba pequeños tragos, hasta que terminé sosteniéndolo con mis propias manos y dando grandes sorbos, tomar leche en biberón era algo raro para alguien de mi edad, a pesar de ello, el biberón realzaba el sabor de la leche, haciendo que su sabor fuera más cremoso y fuerte, y sinceramente no estaba tan mal, aunque terminé un poco cansado por el esfuerzo de tanta succión pude terminar mi almuerzo con relativo éxito.
Después del desayuno mi madre me acondicionó un pequeño espacio cerca del televisor, me sentí encarcelado, sólo que el cerco de mi cárcel no era muy alto, el corralito era lo suficientemente amplio para que pudiera moverme por gran parte de la sala, era metálico y estaba pintado de forma colorida siguiendo el patrón azul-amarillo-rojo-anaranjado, lo único que se me permitía ver eran los programas infantiles, yo tenía un control remoto que parecía casi de juguete de color azul con Mickey de decoración, eso me permitía poner el canal que yo quisiera de los permitidos.
En ese estado empecé a tener un colapso pero mental, la televisión me aburría y no podía entretenerse con nada, me acosté de panza en el suelo mirando al cielo en eso comencé a sentir como mi vejiga protestaba para que fuera al baño, mi cerebro no estaba acostumbrado al asunto del pañal, así que era algo complicado relajarse, pero a los poco minutos las compuertas de la represa se abrían y un líquido calientito recorría mi entrepierna, al principio se sentía algo repugnante pero después la sensación era bastante agradable, así que no sentí la necesidad de comunicar que necesitaba un cambio.
Mi madre al pasar por la sala y verme en esa posición se preocupo un poco y pensó en que este castigo era demasiado para mí, pero debía de ser firme tal y como le había hecho saber la psicóloga, entonces no tuvo otra idea más que llevarme un montón de juguetes, entre ellos un tren y algunos carritos adecuados.
No tuve más alternativa que jugar con ellos, me puse a jugar con los carritos y el tren, me imaginaba pequeñas escenas con ellos, jugaba a que era el conductor y que tenía que sortear obstáculos o salvar a los pasajeros o hacer maniobras inesperadas, yo estuve bastante entretenido jugando cuando de repente miré el televisor y las caricaturas se habían esfumado sólo pude verme a mí mismo en el televisor, mis padres me monitorean y lo peor me graban con el televisor, alguna cámara debía estar por algún lado, hacía como que jugaba pero buscaba la lucecita parpadeante hasta que bingo la encontré, la vi fijamente para hacerle saber a mis padres que sabía lo que pasaba, pero no podía hacer mucho en realidad, así que seguí jugando hasta entrada la tarde.
Durante la tarde mi padre tuvo que salir a realizar algunos pendientes de su oficina, así que oficialmente me quede a cargo de mi madre, ella no quiso dejarme solo en el corral, así que me cargó y me llevó de nuevo a la cocina, reviso mis pañales y se percató de la humedad, así que me llevo a mi cuarto para cambiarme.
Contrario a lo que pensarían mi madre era mucho menos experta que mi padre para cambiar pañales y a pesar de que ella me había visto desnudo cuando era pequeño, la vergüenza de que me cambiara ella era mucho mayor, sufrí bastante los minutos que duró mi cambio. Mi madre una ecologista devota decidió ponerme de nuevo en pañales de tela, unos pañales decorados con ositos y unos calzoncillos plásticos bastante infantiles, parecía que había sido idea suya el utilizar también pañales de tela, cuando termino de cambiarme la sensación de llevar pañales era mucho mayor, se veían bastante ajustados sobre mi ropa, cualquier persona podría notar a kilómetros que llevaba pañales, eso sólo significaba una cosa, que estaba derrotado y tendría que aprender a ser pequeño de nuevo con todo y lo que eso implicaba, tendría que aprender nuevas rutinas y desempolvar el conocimiento que tenía del mundo cuando tenía la edad de los pañales que fue entre los cuatro y seis años que finalmente pude salir de ellos, para regresar a ellos apenas un par de años después.
Al terminar mi cambio, mamá me llevó de vuelta a la cocina y de nuevo fui cruelmente torturado (fui puesto en la silla alta donde se me ofreció un biberón con jugo de manzana), mientras yo sufría de tan cruel tortura mamá escuchaba música y preparaba la cena echando pequeños vistazos en mi dirección, después del biberón, mi madre ató un chupete a mi shortall para después ofrecerlo, no tuve más alternativa que pensar en cosas bobas y aprender a manipular aquel artefacto.
Después sucedió algo inesperado, mamá puso mi teléfono móvil sobre la bandeja de la silla alta mientras guiñaba un ojo, me brillaron los ojos pero mi orgullo era mucho mayor y preferí ignorarlo, mi madre perpleja lo retiro y lo volvió a guardar en su sitio. Eso para mi madre significaba que no habría vuelta atrás en el castigo y que llegaría hasta las últimas consecuencias.
La tarde en casa transcurrió con tranquilidad, mi madre preparó una deliciosa cena, que tanto yo como mi padre saboreamos hasta el último trozo, motivo por el cual mi ropa quedo como si me hubiese revolcado sobre la comida, pero es que como pueden comer ustedes con pequeños cubiertos que han sido adaptados a las necesidades de niños más pequeños, sin que se les pierdan un par de bocados por allí    , además me encontraba un poco nervioso porque mis padres discutían algo que no había tomado en cuenta, la primera era que a pesar de estar bajo castigo iba a necesitar seguir con un poco de instrucción escolar y que también necesitaría ir a una guardería, porque mis padres valoraban bastante su vida profesional y si habrían de seguir con el castigo, tendrían que buscar un sitio adecuado para mí.
No pude escuchar cuál fue la resolución final, pues la hora de dormir llegó para mí temprano, a las ocho fui puesto a dormir, como había permanecido seco mi padre me dejo en con los mismos pañales, pero se tomó la molestia de limpiar mi cara muy bien toallitas y medio desmanchar mi ropa, después me sacó la ropa sucia para ponerme un pañalero con estampado de ositos, después a la cuna, después de la cuna otro biberón y una galleta para después terminar profundamente dormido, sí -cómo un bebé- murmuró mi padre mientras una sonrisa salía de su rostro al salir de mi habitación.