domingo, 8 de julio de 2018

El mejor bebé del mundo - Capítulo 3

Capítulo 3. Ser pequeño


A Nico por ser un bebé muy tierno y un gran amigo.

Esa noche tuve un sueño en el cual me encontraba en la biblioteca de mi escuela, trataba de estudiar para un examen de geografía, me aprendía las capitales del mundo y la localización de diferentes lugares, pero de pronto tenía que hacer el examen rápidamente, además de unas ganas terribles de ir al baño, motivo por el cual no podía concentrarme en el dichoso examen, había olvidado las respuestas y, la peor parte es que termine mojando los pantalones en medio de la clase y todos se reían de mí, la profesora Harriet me miraba con ojos de no lo puedo creer muchacho, me tomaba del brazo y me sacaba del aula.
    Después de esa terrible pesadilla, desperté abruptamente, los rayos del sol ya se filtraban por las cortinas de la habitación, mire a mi alrededor y me quedé un momento en shock, entonces recordé todo aquello del castigo, me avergoncé de la forma en la que estaba vestido, mis mejillas se pusieron rojas como tomates, para colmo descubrí que había tenido un accidente mientras dormía, los pañales de tela que mi padre me había puesto estaban empapados, la sensación de humedad era pegajosa, podía sentir como el pañal hacía contacto con mi entrepierna, era una sensación rara pero placentera, acababa de descubrir que los pañales de tela eran mucho más suaves y la sensación de estar mojado era mucho mejor.
    En ese momento mi padre entro a la habitación, me hice el dormido e intente tranquilizarme, mi padre abrió las cortinas y después dijo -¿Cómo amaneció mi pequeño dinosaurio?- como si yo tuviera cinco o menos. Me destapó y comenzó a hacerme cosquillas en la barriga, entonces solté la risa –Para, para, por favor, humfff-. Papá termino las cosquillas, entonces desabrochó el enterito y reviso mis pañales, hizo una mueca y se dirigió a mí –Uy parece que nuestro dinosaurio ha tenido un escape durante la noche, qué bueno que lo hemos puesto de vuelta en pañales- sus palabras retumbaron en mis oídos, me puse colorado como no tienen idea.
    La peor parte no fue que llamara dinosaurio o que hiciera referencia a mi accidente nocturno, la peor parte fue cuando me cargó en los brazos como si fuera un pequeño peluche que se puede llevar a cualquier parte, la fuerza de papá no era sobrehumana, mi padre siempre había sido bastante atlético y preocupado por su forma, sin embargo, el hecho de que me cargara de esa forma y a voluntad, me hacía perder la razón, estaba castigado y pasaba por el peor castigo que se me haya impuesto en mi vida, no podía soportar los mimos, ni los tratos de nene preso en su corralito, aunque en el fondo había una vocecita que me decía que mis palabras no eran de todo ciertas, así mi padre me tomó en sus brazos y me llevó al cambiador donde todo estaba perfectamente organizado para un cambió, me quito el calzón de goma con dibujitos, después desabrochó los alfileres del pañal de tela y metódicamente procedió a limpiarme con las toallitas húmedas, me moví un poco por la humedad de las toallitas, mi padre sonrió y pareció percatarse de mi incomodidad, motivo por el cual procedió a cambiarme rápidamente, esta vez con pañales desechables que tenían dibujos de carritos.
    Este pequeño detalle me hizo recordar lo mucho que me gustaban los carros Hot Wheel y Matchbox los conservé hasta llegar a la secundaria y después los puse en una caja en el sótano, con el tiempo supe que mi madre los había donado a un orfanato, en aquel momento no me enojo el hecho, pero ahora extrañaba mis carritos y jugar sin tener noción del tiempo, construir pequeñas carreteras entre la tierra, organizar estacionamientos con pequeñas piedritas y levantar lujosas construcciones apenas con unas hojas y la imaginación, es verdad que tenía las pistas más nuevas y no había necesidad de que me dedicara a destruir el jardín de mamá, siempre lo tuve todo gracias a mis padres, pero la sensación de sentir la tierra en las manos y construir tus propias ciudades es única, aunque terminará recibiendo un par de nalgadas por estropear el jardín.
Mi padre terminó el cambió rápidamente, se aseguro de utilizar el talco suficiente y abrochar las cintas adhesivas en el lugar correcto, después me vistió con un shortall y una camiseta de Mickey Mouse, con esa ropa el pañal era más que obvio y me daba pena, sentía esa ligera sensación de estar sonrojado en la cara, entonces la voz de papá me sacó de ese pequeño trance -¿Estás listo, campeón?- a lo cual asentí con la cabeza, entonces me dijo -Pues en marcha, qué mamá nos espera con unos deliciosos pancakes- entonces me cargó y me llevó a la cocina.
En la cocina había una enorme silla alta cuando la vi me horroricé y comencé a patalear -No quiero, no quiero- grité apenas como un nene haciendo berrinche, entonces papá y mamá me echaron una mirada fulminante ante mi berrinche y apesar de mis sollozos terminé en la silla alta y con los cinturones bien abrochados, después de eso mamá me coloco un babero que decía “I’m the best baby” yo trataba de distraerme y mirar a todos lados, pero cuando la comida llegó a la bandeja de mi silla alta mi semblante cambió, había unos perfectos hotcakes adornados con fruta que simulaban un león y francamente se veía delicioso, no me importaba mucho el adorno tan infantil de mi comida, pero cuando mamá colocó un biberón con leche en mi bandeja fruncí el ceño de nuevo.
Al ver mi reacción papá se acercó y comienzo a decir cosas como -el nene no quiere su leche, andale campeón es para que crezcas sano y fuerte- y yo movía mi cabeza a los lados, hasta que finalmente cedí, primero papá sostenía el biberón y yo daba pequeños tragos, hasta que terminé sosteniéndolo con mis propias manos y dando grandes sorbos, tomar leche en biberón era algo raro para alguien de mi edad, a pesar de ello, el biberón realzaba el sabor de la leche, haciendo que su sabor fuera más cremoso y fuerte, y sinceramente no estaba tan mal, aunque terminé un poco cansado por el esfuerzo de tanta succión pude terminar mi almuerzo con relativo éxito.
Después del desayuno mi madre me acondicionó un pequeño espacio cerca del televisor, me sentí encarcelado, sólo que el cerco de mi cárcel no era muy alto, el corralito era lo suficientemente amplio para que pudiera moverme por gran parte de la sala, era metálico y estaba pintado de forma colorida siguiendo el patrón azul-amarillo-rojo-anaranjado, lo único que se me permitía ver eran los programas infantiles, yo tenía un control remoto que parecía casi de juguete de color azul con Mickey de decoración, eso me permitía poner el canal que yo quisiera de los permitidos.
En ese estado empecé a tener un colapso pero mental, la televisión me aburría y no podía entretenerse con nada, me acosté de panza en el suelo mirando al cielo en eso comencé a sentir como mi vejiga protestaba para que fuera al baño, mi cerebro no estaba acostumbrado al asunto del pañal, así que era algo complicado relajarse, pero a los poco minutos las compuertas de la represa se abrían y un líquido calientito recorría mi entrepierna, al principio se sentía algo repugnante pero después la sensación era bastante agradable, así que no sentí la necesidad de comunicar que necesitaba un cambio.
Mi madre al pasar por la sala y verme en esa posición se preocupo un poco y pensó en que este castigo era demasiado para mí, pero debía de ser firme tal y como le había hecho saber la psicóloga, entonces no tuvo otra idea más que llevarme un montón de juguetes, entre ellos un tren y algunos carritos adecuados.
No tuve más alternativa que jugar con ellos, me puse a jugar con los carritos y el tren, me imaginaba pequeñas escenas con ellos, jugaba a que era el conductor y que tenía que sortear obstáculos o salvar a los pasajeros o hacer maniobras inesperadas, yo estuve bastante entretenido jugando cuando de repente miré el televisor y las caricaturas se habían esfumado sólo pude verme a mí mismo en el televisor, mis padres me monitorean y lo peor me graban con el televisor, alguna cámara debía estar por algún lado, hacía como que jugaba pero buscaba la lucecita parpadeante hasta que bingo la encontré, la vi fijamente para hacerle saber a mis padres que sabía lo que pasaba, pero no podía hacer mucho en realidad, así que seguí jugando hasta entrada la tarde.
Durante la tarde mi padre tuvo que salir a realizar algunos pendientes de su oficina, así que oficialmente me quede a cargo de mi madre, ella no quiso dejarme solo en el corral, así que me cargó y me llevó de nuevo a la cocina, reviso mis pañales y se percató de la humedad, así que me llevo a mi cuarto para cambiarme.
Contrario a lo que pensarían mi madre era mucho menos experta que mi padre para cambiar pañales y a pesar de que ella me había visto desnudo cuando era pequeño, la vergüenza de que me cambiara ella era mucho mayor, sufrí bastante los minutos que duró mi cambio. Mi madre una ecologista devota decidió ponerme de nuevo en pañales de tela, unos pañales decorados con ositos y unos calzoncillos plásticos bastante infantiles, parecía que había sido idea suya el utilizar también pañales de tela, cuando termino de cambiarme la sensación de llevar pañales era mucho mayor, se veían bastante ajustados sobre mi ropa, cualquier persona podría notar a kilómetros que llevaba pañales, eso sólo significaba una cosa, que estaba derrotado y tendría que aprender a ser pequeño de nuevo con todo y lo que eso implicaba, tendría que aprender nuevas rutinas y desempolvar el conocimiento que tenía del mundo cuando tenía la edad de los pañales que fue entre los cuatro y seis años que finalmente pude salir de ellos, para regresar a ellos apenas un par de años después.
Al terminar mi cambio, mamá me llevó de vuelta a la cocina y de nuevo fui cruelmente torturado (fui puesto en la silla alta donde se me ofreció un biberón con jugo de manzana), mientras yo sufría de tan cruel tortura mamá escuchaba música y preparaba la cena echando pequeños vistazos en mi dirección, después del biberón, mi madre ató un chupete a mi shortall para después ofrecerlo, no tuve más alternativa que pensar en cosas bobas y aprender a manipular aquel artefacto.
Después sucedió algo inesperado, mamá puso mi teléfono móvil sobre la bandeja de la silla alta mientras guiñaba un ojo, me brillaron los ojos pero mi orgullo era mucho mayor y preferí ignorarlo, mi madre perpleja lo retiro y lo volvió a guardar en su sitio. Eso para mi madre significaba que no habría vuelta atrás en el castigo y que llegaría hasta las últimas consecuencias.
La tarde en casa transcurrió con tranquilidad, mi madre preparó una deliciosa cena, que tanto yo como mi padre saboreamos hasta el último trozo, motivo por el cual mi ropa quedo como si me hubiese revolcado sobre la comida, pero es que como pueden comer ustedes con pequeños cubiertos que han sido adaptados a las necesidades de niños más pequeños, sin que se les pierdan un par de bocados por allí    , además me encontraba un poco nervioso porque mis padres discutían algo que no había tomado en cuenta, la primera era que a pesar de estar bajo castigo iba a necesitar seguir con un poco de instrucción escolar y que también necesitaría ir a una guardería, porque mis padres valoraban bastante su vida profesional y si habrían de seguir con el castigo, tendrían que buscar un sitio adecuado para mí.
No pude escuchar cuál fue la resolución final, pues la hora de dormir llegó para mí temprano, a las ocho fui puesto a dormir, como había permanecido seco mi padre me dejo en con los mismos pañales, pero se tomó la molestia de limpiar mi cara muy bien toallitas y medio desmanchar mi ropa, después me sacó la ropa sucia para ponerme un pañalero con estampado de ositos, después a la cuna, después de la cuna otro biberón y una galleta para después terminar profundamente dormido, sí -cómo un bebé- murmuró mi padre mientras una sonrisa salía de su rostro al salir de mi habitación.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Los pañales de Mickey


En la historia de El mejor bebé del mundo, el personaje principal Mickey utiliza dos clases de pañales, los pañales desechables que todos conocemos y los pañales de tela. Aquí dejamos algunas fotografías de los pañales que utiliza el personaje principal:

Pañales con dibujos de oso
« Después vino lo peor, abrió un cajón y saco algo que me horrorizó, un paquete de pañales con diseños infantiles, después saco uno de los pañales, tenían dibujos de osos y eran blancos, al principio pensé que eran pañales de bebé y que no me quedarían, pero de nuevo estaba equivocado, estos no eran pañales de bebé, eran pañales para chicos de mi talla, pueden creerlo, en serio de verdad que existen ».


Pañales de tela. 

« Esta vez no volvió a colocarme los pañales con dibujos de osos, sino que a diferencia de aquella vez, ahora me había colocado en unos enormes y gruesos pañales de tela, mismos que habían sido asegurados perfectamente con unos seguros de patitos y un calzón plástico para evitar las filtraciones.Los pañales de tela eran muy suaves y gruesos, además de acolchonados y cómodos, también me gustó mucho llevarlos, pero no podía mostrar que disfrutaba de ellos, así que trataba de hacer una cara de disgusto ». 

El mejor bebé del mundo - Capítulo 2

Capítulo 2. El castigo

El primer castigo del culpable es
que su conciencia lo juzga y no lo absuelve nunca.
Juvenal
Con el castigo, el bueno se hace mejor
y el malo se hace peor.

Anónimo
El castigo más justo
 es aquel que uno mismo se impone.

Simón Bolívar

Cuando terminé de hacer mis labores hogareñas, mismas que me habían sido impuestas, decidí relajarme, me encerré en mi cuarto el resto de la tarde, escuche música a todo volumen, fingía cantar y brincaba por todo el cuarto, el rock es genial. Después de cansarme de mi propio relajo y de tanto brincar decidí que era suficiente rock por el día. Encendí mi consola de videojuegos y me quede jugando el resto del día, deje de jugar cuando mi cuerpo ya no podía más, claramente a una hora bastante tarde, entonces caí profundamente dormido.
       
Como era de esperarse me quede dormido, no me desperté para ir a recoger a papá que nos esperaba en el aeropuerto, así que mi madre se fue sin mí y me dejo durmiendo. Mi mamá fue sola a recoger a mi papá, creo que ellos estuvieron charlando un momento antes de volver a casa, por lo que descubrí más tarde mis papás estaban enterados de cada una de las cosas que había hecho, quedarme dormido había sido la gota que derramo el vaso.

        Al llegar a casa papá subió a mi cuarto mientras yo seguía durmiendo, fue a despertarme, abrió las cortinas del cuarto, me despertó y después me dijo -¡Buenos días! ¿Cómo amaneció, mi campeón? Esperemos que no haya tenido ningún accidente hoy- con un tono bastante paternal y meloso. Me quede en shock, no podía creer lo que estaba pasando, ni siquiera pude decir una palabra y me deje llevar por lo que estaba sucediendo.

        Papá me quito las sábanas de un jalón, por suerte no había tenido ningún accidente, me sentí orgulloso de mí mismo. Después de eso, me dijo lo siguiente -¡Vamos a alistarnos! ¡Arriba arriba, Mickey!- con esa voz de papá que consiente a un niño. Me enojé por el hecho de que me había llamado Mickey, sonaba tan tonto, cuando alguien intentaba llamarme de esa manera lo paraba en seco y algunas veces podía haber golpes, pero poco sabía yo que de ahora en adelante yo dejaría de ser Michael y pasaría a ser Mickey.

Mi padre me tomo del brazo y me llevo directo a nuestro cuarto de baño, me dijo que me sentara un momento en lo que alistaba mi baño especial. Me sentía un poco confundido porque no sabía que era lo que estaba pasando y porque de repente mi padre estaba actuando tan raro, después de todo lo único que hice fue quedarme dormido, pero después me di cuenta de que había mucho más. Mientras yo estaba en mis pensamientos mi padre alistaba todo con presión se aseguraba de que el nivel del agua y la temperatura fueran adecuadas, cuando termino agregó algunos juguetes de baño, tres patitos, una ranita y un barco.

        Los patitos eran de diferentes colores, el más grande amarillo, el mediano azul y el más pequeño rojo. La ranita era verde con manchas amarillas y el barco era de color azul con rojo brillante, me quede un momento observando la bañera y luego pensé lo peor, me iban a bañar allí, papá me iba a bañar, antes de que pudiera salir corriendo mi padre me ayudo a quitarme la ropa –Mickey sube los brazos, por favor- con una expresión de comando y en calma. A lo cual conteste -¿Por qué me haces esto? Ya no soy un niño pequeño, tengo 14 años y se bañarme solo- dije con un poco de coraje y una desesperación enorme en mi corazón.

        Mi padre me miro con tono serio y dijo –Aaah ahora sí eres un niño grande no, por qué no pensaste en eso antes, me han llegado tus notas por correo, además saliste sin avisar y preocupaste a tu madre, y por sobre todas las cosas te portaste muy irresponsable durmiéndote tarde, tan tarde que olvidaste que hoy era un día especial-. Mientras lo escuchaba un frío recorría todo mi cuerpo, cada cosa que había dicho mi padre era verdad y en el fondo no sabía porque me había portado de forma tan irresponsable.

        No podía ver a mi padre a los ojos, agache la cabeza y me quede callado, alcé los brazos para que papá me pudiera quitar la camiseta que estaba usando, una de mis favoritas color negro y con mi banda de rock preferida. Después papá prosiguió con su labor, me ayudo a quitarle los pantalones con mucha paciencia, porque yo estaba muy inquieto con todo este nuevo tratamiento, finalmente la ropa interior, mis boxers con calaveras.

        Sentí mucha vergüenza de que papá me viera desnudo, hacía mucho tiempo que nadie me veía desnudo, en la clase de educación física siempre trataba de cambiarme de modo privado y esperaba a tomar la ducha cuando había menos personas. No sentí tanta vergüenza por estar desnudo, sino porque a mis catorce años tenía poco vello, casi nada, era lo que se dice un lampiño, mis compañeros siempre se burlaban porque yo seguía con una apariencia de niñito, mientras ellos ya casi podían considerarse casi unos viejos barbones.

        Mi padre hizo que me metiera a la bañera, tenía una cara de disgusto de estar en toda esa situación, ante lo cual mi papá decía -¿Amaneció de enojocito mi niño? ¿No durmió bien el nene?- con ese horrendo tono meloso que sólo los papás y las madre saben usar. En mi cabeza respondía, sí estoy enojado porque no puedo creer que mi papá me esté bañando y claro que no dormí bien, estuve jugando toda la noche, es obvio que estoy cansado.

        Cuando el baño hubo acabado, me envolvió en una toalla y me cargo hacía la habitación de huéspedes, que hasta entonces había estado con llave, –Papá mi habitación está del otro lado- dije un poco presuntuoso. Creo que tanto viaje había hecho que papá olvidara donde estaban nuestras habitaciones, seguro que también olvido que ya no tengo 4 años trataba de ser condescendiente conmigo mismo.

        Fue entonces cuando mi padre dijo –No, Mickey, te equivocas, esa ya no es tu habitación- con un tono serio ¿Qué rayos estaba sucediendo ahora ni siquiera podré tener una habitación propia? Pero me equivocaba porque claro que tendría una habitación propia sólo que no era la típica habitación para los chicos de mi edad. Mi padre abrió la puerta de la habitación y fue entonces cuando definitivamente perdí la cabeza.

        La habitación estaba pintada de azul celeste, tenía dibujos de Mickey mouse alrededor de las paredes, los muebles que había allí eran los mismos que puedes encontrar en un cuarto para bebés, sólo que a diferencia de aquellos, todo aquí estaba hecho para que yo pudiera usarlo, había una enorme cuna con un móvil, un enorme cambiador, una caja de juguetes de madera color blanco con dinosaurios y mi nombre grabado en ella, recuerdo que tuve una de pequeño, pero no era tan infantil ni tan grande como la que ahora estaba a mi vista.

        En ese momento comencé a sollozar, luego las lagrimabas brotaban como lluvia de verano, mi padre notó esto, bajo la reja de la cuna y me sentó en la cama comenzó a secarme con calma, primero el cabello y después el resto del cuerpo, cuando terminó me volvió a cubrir con la toalla y comenzó a hablarme seriamente –Mira Michael, estuvimos hablando con tu psicóloga desde hace dos meses, ella nos sugirió que comenzáramos con una nueva terapia para ti, el último reporte que te hicieron mencionaba que estabas sintiendo falta de cariño y de afecto, ella nos sugirió una nueva terapia experimental llamada AR-.

Empecé a calmarme, pero qué rayos era todo esto pensaba en mi mente, entre más escuchaba a mi padre más lógicas me parecían las cosas, siguió con su discurso –Al principio tu mamá y yo no estábamos seguros de esto, nos opusimos muchas veces a esa idea, pero acordamos que sí sucedía algo contigo entonces deberíamos al menos intentarlo y darle una oportunidad. Y tú sabes bien qué es lo que ha sucedido, Michael esto es por tu bien, creo que esto te enseñara a ser más responsable y cambiará tu comportamiento de estos últimos días-.

        Después de su discurso papá cambió de actitud y volvió a utilizar el tono de antes –A ver qué ropa tenemos para nuestro pequeño consentido- dijo dirigiéndose al closet de la habitación, saco una camiseta de Mickey Mouse de color roja con estampado negro, después sacó un shortall de color azul marino tipo jeans, también con decorados de Mickey, unos calcetines celestes. Después vino lo peor, abrió un cajón y saco algo que me horrorizó, un paquete de pañales con diseños infantiles, después saco uno de los pañales tenía dibujos de osos y era blancos, al principio pensé que eran pañales de bebé y que no me quedarían, pero de nuevo estaba equivocado, estos no eran pañales de bebé, eran pañales para chicos de mi talla, pueden creerlo, en serio de verdad que existen.

        Ya había dejado mis lágrimas atrás y ahora papá me cargaba y me llevaba directo al cambiador, muy diligentemente coloco el pañal y el talco en mí, incluso se tomó la molestia de ponerme crema anti rozaduras, finalmente cuando se aseguró que estaba todo en orden aseguro las cintas rápidamente –Ni se te ocurra quitártelo- dijo papá con una mirada severa en el rostro  El hecho de estar de nuevo en pañales me pareció la cosa más humillante que había en el mundo, no había peor castigo que este, una de mis peores pesadillas se estaba volviendo realidad.

        Decidí adoptar una actitud cooperativa, en primer lugar porque no sabía exactamente cómo actuar y hasta este momento no tenía un abogado para defenderme, además había una prescripción, qué iba a hacer, yo era sólo un chico contra mis papás y el mundo, eso definitivamente no funcionaría. En segundo lugar, sí necesitaba y quería más atención y cariño, pero jamás pensé que lo iba a recibir de esta manera y finalmente yo sabía que mis padres me querían y que cualquier cosa que hicieran era por mí bien como había dicho papá y si esto era un castigo definitivamente me lo merecía.

Después del cambio de pañales, papá procedió a ponerme el resto de la ropa que había elegido, el shortall me quedaba algo justo, y hasta yo podía notar que era demasiado evidente que estaba usando pañales. Papá termino de vestirme con unos zapatos bastante infantiles, eran de corte abierto tipo sandalias con dibujos de Mickey Mouse y lucecitas de colores, de verdad que era una cosa ridícula. Finalmente cuando estaba listo, me miré de reojo en el espejo, era la imagen más sosa que hayan visto, un chico de catorce años vestido de esa forma, era simplemente ridículo.

        Papá me tomó en los brazos, yo la verdad no soy tan pesado, siempre he sido muy delgado, así que para él cargarme resultaba una acción simple y sin más complicaciones, además papá estaba acostumbrado a hacer rutinas con bastante peso. Papá me cargo en sus brazos y me puso en la cuna ¿Me visten así para dormir? ¿Qué rayos por qué tenía que dormir tan temprano? pensaba y pensaba, hasta que papá dijo –Espérame allí, aún tengo que desempacar y alistar algunas cosas-, cerro la cuna y dejo la habitación.

        En ese momento me propuse el plan de escapar de la cuna, creo que este plan les surge incluso a los niños pequeños, aprovechar un descuido y salirse de la cuna para hacer alguna travesura, busque por todos lados como salir, los barrotes eran lo suficientemente altos y además la cuna estaba algo elevada, si me tiraba de allí seguro que me rompía una pierna, tal vez exageraba, pero no veía una forma segura de salir sin resultar lastimado.

        La idea de escapar se esfumo de mi cabeza cuando mamá entro a la habitación y dijo -¡Ah mira! ¡Qué niño tan precioso!-. Después cambió el tono ¿Cómo te está yendo con esto Mike? Espero que tu padre no haya sido muy salvaje con esto- sonrío mientras ponía un biberón al lado de mí –Mamá, en verdad piensas que voy a tomar de eso- dije con tono rebelde, -Mira Mike, no me voy a poner a discutir contigo estas son las reglas y ahora estás bajo ellas, si quieres desobedecer adelante estás en todo tu derecho, pero piensa en que habrá consecuencias mayores- dijo mi madre en el tono más serio posible.

        En ese momento tome el biberón en mis manos y comencé a beberlo, mamá me lazó una mirada de aprobación, después comenzó a acariciarme el cabello igual que cuando era pequeño. Una vez que termino su misión mamá se retiró del cuarto –Disculpa, tengo que alistarme, cariño, te veo en el auto- al decir esto salió de la habitación.

Aproveche el momento en el que me quede solo para explorar un poco, observé cada centímetro del cuarto en el que me encontraba, las cortinas tenía a Mickey y sus amigos, además había un rincón con libros infantiles, una sillita con un oso que decía time-out, había también varios juguetes todos ellos como para niños de 3 a 4 años, era una habitación bien iluminada y hasta cierto punto era cómoda. Después de haber recorrido la habitación con la vista comencé a tener conciencia de mí mismo, observaba mi ropa, toqué mis pañales, me moví hacia los lados sólo para comprobar que eran muy ruidosos.
   
     Para ser honestos a pesar de lo ruidosos que eran los pañales me parecieron cómodos, aun así por ningún motivo mis papás podrían saber lo que pensaba sobre ellos, porque estaba dispuesto a dar la lucha contra todo este circo, cuando estos pensamientos inundaban mi cabeza entro mi padre a la habitación –Ya está listo, mi campeón- dijo mi padre con voz relajada. Entonces recordé que mi madre dijo algo del auto, no puedo creerlo, mis papás me llevarían fuera de la casa vestido de esta manera, me puse morado de solo pensarlo.

        Mi padre se acercó a la cuna -¿Estás bien, campeón? –dijo un poco preocupado. –Sí, estoy bien- relaje los músculos y volví a la normalidad, papá bajo la reja de la cuna y me cargo a sus brazos, me sentí tranquilo.
Al salir de la habitación alcancé a ver la puerta de la habitación tenía mi nombre escrito con letras de colores infantiles [M i c k e y] y un dibujo de un dinosaurio. Ya no era la habitación de huéspedes, tampoco era “la habitación”, ahora era mí habitación.

        Papá abrió la puerta del auto y me sentó en lo que parecía una silla de seguridad de esas que son requeridas por la ley para los niños pequeños, sólo que esta era muchísimo más grande, papá la había ajustado bien al haciendo trasero y ahora se cercioraba de que yo estuviera bien asegurado a ella. Me sentí tonto sentado en ella, pero no dije nada, las correas apretadas hacían que el pañal se ajustara más a mi cuerpo, descubrí una sensación que antes no tenía y era que los pañales se sentían bien, especialmente si estaban ajustados a ti, tuve que disimular que estaba disfrutando al menos por un momento de esto.

        La diversión se esfumó cuando papá encendió la mini pantalla detrás del asiento de mamá, un flash y allí lo tenía era el personaje bailarín azul, Pocoyo. El hecho de tener que escuchar la voz del narrador y todo eso era desesperante, para mí era una tortura psicológica, había ido a la guerra y no estaba preparado para esta arma.

Nos tardamos un poco en llegar a nuestro destino, después de un rato comencé a alejar con el narrador en mi mente, tonto Pocoyo, no ves allá atrás está la pelota azul y Eli está del tobogán, para mi desgracia no podían escucharme, todavía no habíamos inventado la televisión interactiva, entonces el narrador seguía repitiendo y repitiendo las preguntas, cosa que era bastante exasperante.   

        El auto finalmente se detuvo, con solo echar un vistazo por la ventana me di cuenta de que estábamos en el restaurant favorito de papá, el paseo no se había cancelado después de todo, lo único malo es que yo estaba en una situación complicada. Papá abrió la puerta trasera del coche y se dio cuenta de que tenía los ojos fijos en la mini pantalla –Alguien se está divirtiendo y no quiere perderse su caricatura favorita, pero tendré que apagar la pantalla Mickey, tenemos que apresurarnos por nuestra reservación- dijo papá.
  
      En mi mente contestaba a todo porque si lo hacía en voz alta podía irme muy mal, por supuesto que no disfrutaba que un idiota me repitiera la misma pregunta una y otra vez, además eran preguntas muy bobas, cualquier niño podía dar la respuesta, pero el narrador no dejaba de preguntar, supongo hasta estar convencido de que había hecho cabrear a unos cuantos.

        Papá comenzó a desatar los seguros y fue entonces cuando mis preocupaciones comenzaron a rondar la cabeza, todos me iban a ver de esta forma y qué tal si me encontraba a un amigo o familiar, qué iban a pensar de mí. Comencé a sudar de la preocupación, papá notó esto y pasó una toallita húmeda mis manos y el rostro, después me tomó en los brazos diciendo –Arriba, campeón-, cerró la puerta y nos unimos a mi madre.
   
     Mi madre me lanzo una sonrisa como de ternura, supongo que la escena le hacía mucha gracia. Después escuche que le dijo a mi padre –Cariño, ten cuidado cuando cargues a Mike, no quiero que te lastimes la espalda- a lo que mi padre respondió –Estoy perfecto, sabes que estoy acostumbrado a cargar cosas más pesadas, además Mickey no es tan pesado como pensarías, además tiene que acostumbrarse, no creo que esté listo para usar la carriola aún-dijo seriamente.

        -¡Qué!- pensé, no era posible, hasta carriola tenía, cuánto tiempo duraría todo esto, en ese momento mamá interrumpió mis pensamientos y dijo –Mira parece que le gusta que lo lleves en los brazos-, me sonroje, aunque mamá se equivocaba, no estaba disfrutando esto, aunque por otro lado ser cargado en los brazos me evitaba el tener que caminar con un pañal y que todos escucharan el ruido que producía.

        Al entrar al restaurant un mesero joven de nombre Sach J. nos atendió amablemente, nos dirigió a nuestra mesa que tenía un pequeño letrero de reservado, después hizo el siguiente comentario -¿Van a necesitar una silla alta para el niño? Tenemos algunas para chicos como él- era evidente para mí que el mesero pensaba que yo podría tener alguna discapacidad y trato de ser comprensivo. Mi padre le dijo que estaba bien, entonces después apareció una persona con la silla alta, papá me coloco en ella y abrochó los seguros.

        Mamá entonces quiso tomarme una foto –Te ves adorable Mike-. Cuando mamá intento tomar la foto me volteé hacia un lado para que no saliera mi rostro como niño berrinchudo, papá notó mi gesto entonces me echo una de esas miradas de si no te comportas te irá mal. No me quedo más remedio que dejar que mamá me tomara la dichosa foto –Pero qué niño tan adorable tengo- dijo mi madre tratando de molestarme un poco, y funcionó porque en ese instante me puse rojo como tomate.

        El mesero tomó nuestra orden, papá pidió su cerveza y alitas de pollo para pasar el rato en lo que llegaba nuestra comida, mi madre una ensalada, a mí inmediatamente me sirvieron el menú para niños, mamá se acercó a mí y me puso un babero ya adivinarán que diseños tenía, correcto de ese ratón que ya todos conocemos. Después se encargó de servirme el jugo en una taza entrenadora, me moleste un poco porque hasta donde tenía memoria yo sabía perfectamente como tomar de un vaso.

El menú para niño consistía en nuggets con forma de dinosaurio, papás fritas y espagueti, a diferencia de la comida de antes está sabía mucho mejor, la comida estaba deliciosa, estaba tan entretenido comiendo que notaba como mi cara se llenaba de espagueti y como las manchas aparecían en mi babero, después en un descuido tiré el vasito entrenador al suelo, por suerte nada se había derramado y mamá volvió a alcanzármelo sin antes decir –Qué bueno que estás usando un vasito entrenador, imagínate el desastre que hubieras hecho-.

La tarde en el restaurant pasó tranquila y para ser sincero a nadie pareció importarle mi condición todos estaban bastante ocupados en lo suyo, y si acaso a alguna persona le llamaba la atención no dudo en que fingían parecer indiferentes cuando las personas tienen dinero siempre están fingiendo que nada les interesa más que ellos mismos, lo podía entender del mesero pero no del resto de las personas.

Cuando terminé de comer me sirvieron el famoso helado del que tanto les platique, era tan dulce y suave, comer el helado fue una de las experiencias que más disfrute ese día, tienen que entenderlo, helados como este lugar no se encuentran en cualquier parte, son deliciosos, yo podría vivir comiendo sólo helado de este lugar, claro si mis padre me dejaran y si fuera un alimento que pudiéramos comer tanto como quisiéramos.

Finalmente mis padres pidieron la cuenta, dejaron una propina para nada despreciable, en honor al mesero que nos había atendido tan bien. Papá desató los seguros y me sacó de la silla alta y me dijo lo siguiente –Te portaste muy bien, campeón, te voy a recompensar por ello, ya verás-, papá me cargo de nuevo en brazos y salimos del lugar.

Caminamos hacia nuestro auto yo en brazos de papá y mamá tomada del brazo de mi padre, cualquiera que hubiera visto la escena hubiera pensado que hacíamos una bonita familia. No tardamos mucho en encontrar nuestro auto, mi madre se subió al coche y papá volvió a colocarme en la silla especial, encendió de nuevo la mini pantalla, para mi suerte ya no estaba el Sr. Pocoyo en la pantalla, papá había puesto Hora de Aventura, un programa que me encantaba, supongo que a esto se refería con aquello de te voy a recompensar ya verás.

Papá me aseguró bien a la silla y nos pusimos en marcha, ya había oscurecido y las luminarias de la ciudad se habían encendido. Durante el trayecto iba disfrutando de mi caricatura favorita, hasta que sentí muchas ganas de hacer pipí, había tomado mucho jugo, además de aquel enorme y delicioso helado. Las ganas finalmente se volvieron incontrolables pues había aguantado bastante, hasta que por fin decidí relajarme y comencé a mojar los pañales, fue la cosa más rara del mundo, me sentí relajado y la vez extrañado por esta nueva sensación y es que si los pañales eran cómodos, mojados se sentían mucho mejor, era una sensación indescriptible pero placentera.

Me aburrí un poco de estar viendo la mini pantalla cerré los ojos y trate de concentrarme en esta nueva y reciente sensación que había experimentado, para mi desgracia cuando comenzaba a agradarme todo esto, por fin llegamos a nuestra casa, no era justo, me sentí decepcionado por no haber mojado los pañales antes y por no haber sentido curiosidad por ellos mucho tiempo antes de estar bajo este terrible castigo.

Al llegar a casa mamá subió a su habitación y papá se ocupó de sacarme del auto y de la tonta silla, no sin antes revisar el estado de mis pañales para me miró a los ojos y dijo –parece que alguien ha tomado demasiados líquidos hoy y ha tenido un accidente-, me alegra que al menos lo llamara un accidente, estoy seguro de que no me culpaba de que ahora estuviera en un enorme y húmedo pañal.

Papá me llevo en brazos hasta mi habitación, encendió la luz y me llevo inmediatamente al cambiador, limpió hábilmente el área del pañal y esta vez se tomó su tiempo para poner aceite de bebé en toda el área, el aroma del aceite era demasiado fuerte que estoy seguro que inundaba toda la habitación, esta vez no volvió a colocarme los pañales con dibujos de osos, sino que a diferencia de aquella vez, ahora me había colocado en unos enormes y gruesos pañales de tela, mismos que habían sido asegurados perfectamente con unos seguros de patitos y un calzón plástico para evitar las filtraciones.

Los pañales de tela eran muy suaves y gruesos, además de acolchonados y cómodos, también me gustó mucho llevarlos, pero no podía mostrar que disfrutaba de ellos, así que trataba de hacer una cara de disgusto. Después de los pañales de tela, papá me coloco un enterito de una pieza que hacía fácil el cambio de pañales, tenía dibujos de dinosaurios y un rawwr escrito. Papá me coloco en la cuna y después pidió que lo esperara –Ya vuelvo- dijo esperando que no me durmiera aún, aunque me pregunté quién podía dormirse a las nueve de la noche, al menos yo no era esa clase de persona.


Papá volvió con un biberón de leche caliente, se acomodó conmigo en la cuna y me lo ofreció, se quedó conmigo hasta cerciorarse de que me lo había terminado todo, cuando papá quito el biberón de mi boca dije – ¿Cuánto durara todo esto?- con un tono serio y preocupado. –Mickey esto va a durar lo que quieras que dure, tú sabes en el fondo que es lo que debes hacer para que esto termine- me dio un beso de buenas noches en la frente, aseguro la cuna, coloco una lucecita de noche de Minios en el toma corriente y dijo -¡Buenas noches, qué descanses, pequeño!- salió de la habitación y cerró la puerta. 

lunes, 7 de agosto de 2017

El mejor bebé del mundo - Capítulo 1

EL MEJOR BEBÉ DEL MUNDO

Capítulo 1. Suspenso

El pasillo de la escuela se encuentra abarrotado, todos queremos saber nuestras notas finales del curso, uno a uno respetando un orden imaginario se acercan lentamente al tablón de anuncios, donde por fin desaparece la incertidumbre por saber el destino que le espera a cada uno el siguiente verano.

Mi nombre es Michael James, tengo 14 años y asisto a un reconocido instituto, mis papás piensan que es la mejor escuela en todo el planeta, y entiendo por qué podrían pensar así, nuestra escuela tiene una agresiva campaña de publicidad y un motón de charlas con los padres donde se encargan de trasmitir ese montón de mentiras.

Soy hijo único por esa razón creo que mis padres están obsesionados con mi futuro, quieren que sea el mejor en todo, y de igual forma trato de hacerlos sentir orgullosos de mí, por esa razón el año pasado participé en el torneo de béisbol de mi escuela, junto a mis compañeros jugué los partidos más intensos de mi vida y pudimos ganar la copa del torneo.

Ahora que pienso en ello desearía regresar el tiempo, volver a ese momento y no pasar por este terrible episodio, sé que este último año escolar mi distraje un poco por eso estoy nervioso, volteo a todos lados, me siento incluso un poco mareado, tengo una sensación negativa sobre todo esto mientras espero mi turno en el tablero.

No puedo evitar sentir un poco de envidia cuando escucho los gritos y saltos de Malcom Ferreira, un compañero de clase que ha pasado todas sus materias con honores, seguro que sus padres estarán muy orgullosos, me gustaría estar en su lugar, pero eso me temo es imposible.

Durante mi tortuosa espera no puedo evitar pensar en lo diferente que somos Malcom y yo, físicamente él es de rasgos lusos porque sus papás son inmigrantes brasileños descendientes de portugueses, sé que sus padres manejan dos grandes compañías que casi dominan todo Brasil. Yo soy alto y de tez blanca con cabellos claros, Malcom tiene los ojos verdes y yo azules, la profesora de literatura siempre se la pasaba diciéndome lo bonitos que eran, yo agachaba la cabeza cuando lo decía, mis compañeros me echaban una mirada burlona cuando aquello pasaba. Otra diferencia es que yo soy un poco más alto que Malcom.    

En personalidad Malcom es un muchacho un poco retraído, aunque no aislado socialmente, yo tengo muchos amigos y asisto a casi todas las fiestas del colegio, la verdad es que soy bastante popular, aunque mi popularidad poco me ha servido para sacar buenas notas. No puedo quejarme me lo he pasado bien, aunque en estos momentos siento que me voy desvanecer.

        Mi madre es una mujer de actitud severa, es directora de orquesta, en su trabajo ningún fallo está permitido todo debe ser perfecto y de acuerdo a lo establecido. En mi caso lo establecido era que sacara buenas notas durante estos dos últimos años para poder asistir a una buena universidad. Por otro lado, mi padre es director de una gran empresa, no sé qué clase de cosas hacen o venden en su empresa, sólo sé que le va muy bien, antes cuando era pequeño recuerdo que me llevaba a su oficina y todas las personas me trataban muy bien, me llevaban helados y todo lo que quisiera, claro que me gustaba ir al trabajo de papá. El verano pasado hicimos un trato si me sacaba buenas notas haríamos un viaje especial a mi lugar favorito, pienso que sí tendré un viaje después de todo, un viaje a cómo pudiste, confiábamos en ti y toda esa clase de reproches.

        Al fin ha llegado mi turno, el chico que sigue después de mí ha tenido que empujarme de mi distracción para que continúe con el ritual, me acerco al tablero, trato de enfocar mis ojos y leo claramente mis notas:

Historia de los Estados Unidos: C
Algebra Avanzada: F
Proyecto Especial: B+
Literatura y composición: A+
Ed. Física: B+
Artes: A+
Música: A+

¿No les dije que a la profesora de literatura le gustan mis ojos? Y digo esto, porque la verdad, no creo que tuviera mucha aptitud o habilidad para esa materia, siempre escribía de cosas muy bobas que me pasaban y muchas veces olvidaba leer el libro asignado.

Historia me parecía la peor cosa de este planeta, pero lo consideraba un mal necesario, saber sobre historia tiene sus beneficios después de todo. Mi proyecto especial se trató de organizar un pequeño concierto junto con mis compañeros, tocamos piezas de rock en un formato clásico que a todos pareció gustarles, menos a mi tutor, mi madre podría entenderme en ese plano, una B no era tan mala.

En educación física no es que fuera malo, era sin presumir muy bueno, pero cuando eres muy bueno en algo te da pereza que te lo enseñen, así que prefería irme a vagar por el bosque con mis compañeros, fumábamos y hacíamos cosas tontas, platicábamos sobre la vida en el colegio y que pronto ya no estaríamos allí, creo que el señor Brexler se sintió un poco herido por mis ausencias y termino por darme esa nota.

No hablaré sobre la nota de artes, porque es claro que heredé algo de mi madre después de todo. Cuando vi la nota de Álgebra, casi me echo a llorar allí mismo, no lo hice, porque eso sería parecido al suicido, aunque creo que todos notaron mi cara de pesar en mi rostro al ver las notas. No era bueno, ni tampoco malo para el álgebra, pero no era constante y casi no estudiaba, prefería dedicarle mi tiempo a otras cosas más provechosas en ese momento, además parecía que pasaría el curso sin problemas con una C, creo que esta vez sólo me confié demasiado. Ahora estaba metido en un problema bastante serio, sí aún más serio que aquella vez que organice una fiesta en casa sin el permiso de mis padres.

Aquella vez pude librarme del castigo, esta vez no estaba seguro de poder salir ileso de aquello. Ni siquiera me entusiasmaba regresar a casa después del colegio, no quería abandonar el edificio, después de ver las notas casi todos se iban del colegio, las clases ya habían concluido, lo único que había por hacer era entrar a las clases extra, si tenías ganas, porque no eran de asistencia obligatoria y no daban notas, podías ir un día sólo para pasar el rato, tenía esa opción, pero sabía que mamá estaría esperándome en el auto y se preocuparía.
Decidí recoger todas mis pertenecía; mis libros de texto; algunos libros que había comprado para leer que finalmente no había leído a causa del ajetreo de las clases; útiles escolares gastados; ropa que había sobrevivido a la guerra; y cosas por el estilo.

Cuando terminé de recoger mis cosas, me dirigí hacia la salida del colegio llevando mis pertenencias conmigo, me senté en la banca donde suelo esperar a mi madre, es una banca cómoda y alejada del ruido, a lo lejos veo las nubes y pienso que son hermosas, sólo desde este lugar se tiene una vista tan privilegiada.

¡Beep beep! El claxon del auto de mi madre me saca de mis pensamientos, otra vez estoy en un saco de problemas, trato de ocultar mis sentimientos. Me subo en la parte trasera del auto, mamá voltea para saludarme -¿Cómo nos fue hoy, campeón? ¿Estás listo para el verano? Nos divertiremos mucho ya veras, corazón- Mamá era una de esas señoras que no dejaban de llamarte con un motón de nombres cariñosos, cada vez que me los decía, aunque nadie me viera, no podía evitar ponerme rojo de vergüenza.

-Todo bien con el colegio, por supuesto que estoy listo para las vacaciones- dije tratando de mantener la calma y dando mi mejor actuación, aunque sabía que tarde o temprano todo se sabría, mientras intentaba procesar todo en mi cabeza -¿A dónde quiere que lo lleve mi príncipe a cenar hoy?- Dijo mamá con un tono súper dulce. –Cualquier sitio me parece bien- respondí sin mucho entusiasmo.

-No pareces muy animado el día de hoy ¿te pasa algo, cariño? Negué con la cabeza. -Bueno tal vez podríamos ir a ese lugar de las pizzas, ya sabes el que me gusta- dije tratando de sonar emocionado. –Oh sí ese lugar, muy bien, buena elección-. Por supuesto que mamá quería consentirme por el año tan duro que había tenido, así que fuimos a mi restaurante favorito, uno de pizzas con algunas máquinas de juegos, tal vez yo ya era un poco grande para estos lugares pero igual me divertía.

Llegamos al restaurante y mamá ordeno, una ensalada para ella y un combo para mí, el cual consistía en pizza, espagueti, soda y algunas fichas para usar en los juegos. Nos sentamos relativamente en silencio, de cuando en cuando me hacía algunas preguntas relativas a la escuela, preguntas que claro podía responder sin tener problemas de conciencia: ¿Cómo te la pasaste en el paseo de fin de cursos? ¿Sabías que la profesora Lawson dejará de dar clases?

Al terminar de comer decidí ir un rato a los juegos, además sería un pretexto para no responder ninguna pregunta incómoda. En la primera parada jugué a tirarle los dientes a un payaso, aunque ese payaso era medio tramposo, porque algunas veces le atinaba y no caían sus dientes, después me pareció un juego un tanto macabro, tirarle los dientes a un payaso, ahora entiendo porque a los payasos no les gustan los niños.

Después de aquel juego intente probar mi suerte en una especie de ruda de la fortuna, mi suerte al parecer no era muy buena, ya que sólo gané alrededor de 20 boletos, el máximo que podías ganar eran 1000.
Tras la decepción en ese juego decidí ir al juego de canasta, tenías que ser muy ágil para anotar y seguir en tiempo, si no eras lo suficientemente rápido corrías el riego de que el juego terminara súbitamente, a diferencia del juego anterior en este me fue mucho mejor y alcance a juntar 50 boletos, seguí jugando hasta terminar todos los créditos que tenía.

Después de jugar volví a la mesa con mi madre que en ese momento hablaba por teléfono, puse los grandes y maravillosos premios sobre la mesa, una goma de borrar en forma de crayola, un dinosaurio de plástico, una pelotita de colores, dos stickers y un caramelo, todo un tesoro, uno que probablemente costaba mucho menos que el esfuerzo invertido en sacar todos aquellos boletos, pero bueno al menos era divertido y me hacía un poco de gracia.

Cuando mamá término de hablar por teléfono, miro lo que había ganado –Parece que alguien está de suerte- dijo, mientras yo pensaba en que era todo lo contrario, lo que había ganado no se acercaba ni un poco a mi idea de suerte. Salimos del lugar y nos pusimos en marcha, durante el trayecto miraba las sombras que se proyectaban a lo lejos y en el pavimento, el camino me pareció tortuoso como no tienen una idea, el pecho me sobresaltaba.

Estaba nervioso porque no sabía cómo encarar a mis padres, cómo decirles que había fallado un curso y que tendría que hacer un curso remedial a mitad de verano, decirles no estaba en mis planes por el momento, mis papás eran estrictos como no tienen una idea, tenían una idea de perfección que rayaba en lo absurdo, el mínimo error y estabas fuera del camino, no podían darse el lujo de tener un hijo perdedor, todo lo que hacían era lo mejor y nadie lo cuestionaba.

Tal vez lo mejor sería contarle a mamá, pienso que ella sería más comprensiva, además podría ponerse de mi lado y convencer a mi papá para que no se enojara con mis notas, pero qué tal que fuera la primera en enojar y en poner en contra a papá. Esto me parecía bastante difícil, en todo este tiempo nunca había tenido que enfrentar a mis padres, siempre había hecho lo correcto, ahora me lamentaba el haberme puesto flojo este último año, sé que valió la pena, porque pude pasar tiempo con mis amigos y en verdad me divertí, sólo que eso no te salva de los castigos.

Llegamos a casa y todo transcurrió tranquilamente, subí mis pertenecías a mi habitación, acomodé mis libros, revisé que todo en mi cuarto estuviera en orden, encendí la televisión y me puse a ver mi serie favorita Mr. Robotex, sobre un hacker informático que salva al mundo de malvados agentes corporativistas que sólo quieren ganar dinero a costa de la gente sin recursos, durante el colegio no podía ver mucha televisión, así que ahora estaba contento de estar en casa y poder disfrutar de semejante artilugio.

No recuerdo que más sucedió esa noche pues me quede viendo televisión hasta muy tarde, incluso me quede dormido con la televisión despierta, mi madre tuvo que apagarla, no había nadie más en casa, papá se encontraba en un viaje de negocios por Europa, llegaría en un par de semanas, lo que sí recuerdo de esa mañana es bastante vergonzoso.

Me desperté bastante tarde porque ya estaba disfrutando de mis vacaciones, el sol entraba por entre las cortinas de mi ventana, entonces me desperté por la incomodidad que los rayos solares producían en mí, todos saben lo molesto que es que se filtre un poco de sol por la ventana cuando prácticamente estás hibernando, al despertar no podía creer lo que había pasado, tal vez era que estaba muy estresado pensando en qué decirle a mis papás.

-¡Rayos!- dije para mis adentros. A mis 14 años había tenido un accidente en la cama, me había hecho pipí, no lo podía creer, ahora tenía un problema más que agregar a la lista, tal vez había tomado demasiada soda el día anterior, tenía muchas justificaciones en mi cabeza, pero ninguna justificación me sacaría del apuro en el que ahora estaba.

Mi madre no se había despertado aún así que decidí poner en acción un plan, primero quite toda las sábanas y cobijas de la cama, después gire el colchón hacia el otro lado, coloque sabanas nuevas y bingo, como si nada hubiera sucedido. Después de hacer mi cama, lleve las sábanas y cobijas mojadas a la lavadora, las lavé y colgué, mi acción debió de haber causado bastante ruido, pues mi madre apareció enseguida en el cuarto de lavado.

-Buenos días, mi amor- articulo mi madre con una cara de confusión y sueño. -Buenos días, mamá- dije tratando de ser un poco despistado con mi objetivo principal. -¿Por qué estás lavando las sábanas y cobijas, Michael? me dijo con un tono entre severo y curioso. –Bueno, pensé que tal vez podía ayudarte con los deberes de la casa- dije sonando no muy convencido de mí mismo. –Me alegra que quieras ayudar, cariño, pero de verdad no es necesario que lo hagas- me dijo, mientras desparramaba mis cabellos con su mano. –Me vas a despeinar, mamá- dije frunciendo el ceño. –Bueno la verdad no te ves muy bien peinado que digamos- río y dijo -¡Ya deja eso, Michael, vamos a desayunar!

Sentado en la cocina pensaba en mi pequeño problema matutino, si volvía a pasar no podría ocultarlo, pues ya no habría otro lado seco del colchón, esto me tenía un poco preocupado, aunque la verdad era poco probable que volviera a suceder, nunca había mojado la cama antes, para mí era una cosa que sucedía sólo una vez, la vez en que estás muy estresado pensando en cómo solucionar todos tus problemas. – ¿Y bueno qué vas a querer de desayunar, Michael?- interrumpió la voz de mi madre. –Pancakes- dije un poco entusiasmado. –Pancakes para la mesa #4- bromeó mi madre.

        La hora del desayuno paso de forma relativamente tranquila, pude desayunar unos deliciosos pancakes con crema, nadie hace pancakes como los de mamá, a ella le quedan perfectos, además no termina por quemarlos como otras personas (véase papá), sólo de imaginarme uno de sus pancakes hago una mueca –Tan malos me quedaron- dice mamá un poco confundida. –Oh no es eso, es que pensé en los que hace papá, pero los tuyos me parecen deliciosos- mamá río al escucharme.

        El resto del día lo pase de compras con mamá, ella me invito, corrijo me obligo a venir con ella. Mamá tenía que comprar algunas cosas en SuperMart, así que le ayudaba con la compra, yo fui designado como el chofer de nuestro carrito de compras, de verdad que se necesita verdadera habilidad para esquivar el resto de los carritos y los peatones despistados.

        Hubo una cosa en particular que me llamó la atención, mientras recorríamos los pasillos del supermercado no sé por qué razón terminamos en la sección de bebés, creo que mamá tenía que comprar algo de allí, es una sección donde puedes encontrar chocolates y utensilios para el hogar, y luego de un lado están todas las cosas de bebé. Durante un largo rato me quede como bobo mirando todo lo que tenían por allí, cuando mire los paquetes de pañales, hubo unos que llamaron mi atención, se trataba de los pañales de bebé más grandes que había visto, pensé en el accidente que había tenido en la mañana y me sonroje.

 En ese momento estaba demasiado distraído y ensimismado, un señor y su carrito chocón me sacaron de mis pensamientos, mamá volteo a ver la escena, se molestó un poco con el señor, la cosa no paso a mayores.  La verdad es que aquellas cosas infantiles no me llamaban la atención, sin embargo, al ver todo aquello, sentí un poco de vergüenza al recordar mi pequeño secreto de esta mañana.

El resto de la tarde la pase en mi cuarto jugando videojuegos, mis favoritos eran Call of Duty y Assassins Creed, mis compañeros de juego estaban un poco molestos conmigo porque estaba siendo lo bastante distraído, razón por la cual no podíamos ganar la partida. Me gustaría decirles que estoy un poco estresado, trato de concentrarme, hasta que la partida termina, ganamos, pero sé que no fue gracias a mi esfuerzo.

        Me desconecté del videojuego y fui por algo de pizza a la cocina, mi madre estaba acomodando las compras que había hecho, estaba hablando con papá, parecían hablar sobre algo de mí, pero no logre escuchar lo suficiente su conversación para saber lo que estaba pasando, mamá quizá sólo le contaba que ya estaba en casa, mamá siempre solía prestarme su celular cuando papá llamaba, esta vez no lo hizo, me pareció algo extraño, pero de cualquier manera no me sentía preparado para hablar con mi padre, no sabía si podía guardar el silencio con él, mi conciencia me estaba matando en esos momentos.

        Salí de la cocina tome mis cosas y salí de casa, no dije a donde iba, no pensé que fuera necesario, además en el estado en que me encontraba solo quería salir corriendo de allí, tome un autobús y fui al parque central, caminé como si estuviera buscando un lugar en específico, pero no buscaba ningún lugar en particular. Me senté en un espacio frente al lago con una gran sombra, un poco de forma inconsciente como un impulso primitivo acerqué mi mano al agua, estaba frío, pero se sentía muy bien entre las manos como una caricia.

           Una mano me tapo los ojos, me asuste un poco, hasta que escuche el famoso -¿Quién soy?-, pensé en un momento, toque a las manos y brazos de la persona quién podría ser -¿Eres Jeff? dije un poco para mí. –Incorrecto- dijo la voz. –Ya sé eres Luke? dije un poco menos convencido. –Usted ha activado la contraseña correcta para autodestrucción en 5…4…3…2…1-.

        Luke era un viejo amigo mío, tenía los cabellos castaños y los ojos claros algunas veces se miraban un poco ámbar y otras un poco café, era un poco más alto que yo, además era una persona bastante alegre poco podía causarle enojo, siempre decía que era absurdo tratar de ver el lado negativo de las cosas, aquello le parecía un total desperdicio, así que siempre trataba de mantener una actitud positiva frente a todo lo negativo que estuviera sucediendo en ese momento. Era un milagro que Luke se hubiera aparecido en estos momentos, pero tenía lógica, era verano y todos estaban iniciando sus vacaciones.

El resto del día Luke y yo la pasamos juntos, nos pusimos al tanto sobre la vida del uno y el otro. Luke me contó sobre su año en la escuela, le había ido mucho mejor que a mí y ahora estaba de vacaciones en casa de sus padres, había salido un momento al parque para distraerse igual que yo. En el parque caminamos y charlamos sobre diferentes cosas, nos subimos a los go karts y también nos unimos a un equipo de paint ball, al menos pude distraerme por un momento.

        Al volver a casa mamá estaba bastante enojada –Michael ¿dónde estuviste? dijo con el ceño fruncido. –Mamá, sólo fui al parque con Luke- dije sin preocupaciones. –Pudiste haberme avisado, estaba muy preocupada, ni siquiera te llevaste tu teléfono, qué pensabas Michael- dijo en tono de reproche. –Sólo quise salir un momento a distraerme, eso es todo- dije sin mucha convicción. –A tu cuarto, Michael, sabes que estás cosas no me gustan- fueron las últimas palabras que me dirigió.

        Genial, así empiezas las vacaciones, bien hecho, Michael, me dije a mí mismo, tú sólo te metes en problemas, mamá tenía razón porque rayos no le dije que salía al parque, eso era bastante sencillo, no puedes hacer nada sin arruinarlo. Ahora estás aquí en tu habitación y al parecer castigado hasta quien sabe cuándo, del coraje que sentía me dormí y no desperté hasta el siguiente día por la tarde.

        -Buenos días, cariño- me despertó mamá mientras abría las cortinas de mi habitación. –Mamá es muy temprano, qué haces, cierra la cortina- dije un poco molesto. –No, Michael, levántate, ya es tarde, tengo mucho que hacer hoy y vas a ayudarme, primero quiero que tiendas tu cama y ordenes un poco, tal vez puedas ayudarme a lavar las sábanas como la vez anterior- dijo mamá con ese tono que usan las mamás cuando de verdad quieren que hagas algo, aunque lo último me hizo sentir algo de pena, será qué mamá ya sabía lo que me había sucedido, no creo que lo supiera, me estaba poniendo un poco paranoico con el asunto.

        Ese día no había tenido ningún otro accidente, por suerte, sin embargo, ahora tenía que ordenar mi cuarto, toda la mañana me la pase limpiando y acomodando un poco, hasta hice un par de remodelaciones a mi habitación, moví algunos muebles y volví a reordenar todo, nunca había estado más limpio y ordenado que ahora. Después de limpiar mi habitación desayune como de costumbre, esta vez tuve que desayunar cereal porque mamá estaba muy ocupada, mi cereal favorito eran los cheerios, desayunarlo hizo que estuviera de buen humor por el resto de la mañana.

El día estuvo bastante agitado en casa, mamá solía ir y venir de un lado a otro, limpiaba como si el mundo se fuera a terminar y no quisiera que el día del juicio final la agarrara con la casa echa un desorden. Mamá tenía una empleada doméstica, pero le había dado vacaciones, la señora Dalia era una inmigrante de primera generación, apenas y hablaba un poco de inglés, pero eso no evitaba que fuera excelente haciendo su trabajo, sólo que ahora no estaba en casa y teníamos que hacer nuestro mejor esfuerzo por mantener la casa limpia.

        Luego de un rato comprendí a que se debía todo este esfuerzo, papá pronto regresaría de su viaje de negocios, así que mamá quería tener todo en orden, si algo le molestaba a mi padre era que no hubiera orden en la casa, acostumbrado a tener su oficina impecable, exigía lo mismo a sus empleados y muchísimo más a nosotros que éramos su familia.

        En ese momento comencé realmente a preocuparme, ya que mi padre era una persona bastante estricta, no puedo negar que era un buen padre y que hacia lo mejor por mí. Me llevaba a pasear, jugaba conmigo a las luchitas, a veces jugábamos futbol en el patio y nos divertíamos a lo grande. Si con papá podías divertirte a lo grande, también podías sufrir castigos a lo grande, papá no se andaba con rodeos simplemente pasaba a la acción.

Mamá que también era una aficionada al orden y la disciplina no hacía más que reforzar los castigos de mi padre y aprobarlos, diciendo que ya sabía las consecuencias del mal comportamiento. Siempre que quería librarme de los castigos de papá iba con mamá para tratar de brincarme el castigo y a veces me resultaba peor. No sé cómo podía pensar que ella realmente me salvaría de un castigo, y una y otra vez volvía a caer en el mismo tipo de pensamientos, qué bobo pensé por un instante.

Mi padre llegaría el próximo lunes en un vuelo que venía procedente de Londres, llegaría a las ocho de la mañana y nosotros iríamos a recogerlo al aeropuerto. Todo estaba ya planeado para su regreso, después iríamos a comer a un lugar familiar que es el favorito de mi padre, siempre cuando vamos pide una cerveza y una orden de alitas. Dice que ese lugar le parece muy acogedor y con muy buen ambiente, la comida no es de mi gusto, pero debo admitir que tienen un helado delicioso. En ese momento se hizo agua la boca de recordar el sabor dulce del helado, aunque tuve que abandonar esos pensamientos para continuar con las faenas domésticas que mi madre me había impuesto.